
Cuando los colonos corintios fundaron la ciudad de Syrakousai (Siracusa) hacia el año 733 a.C., nunca imaginaron lo lejos que llegaría. Dos siglos después, la ciudad es la más importante de Sicilia y se disputa la indiscutible supremacía cultural y artística con la mismísima Atenas de Pericles. El esplendor de aquella época aún es visible hoy en día en una visita al Parque Arqueológico de Neapolis. Aquí se encuentra el Teatro Antico de Siracusa, donde cada año se reponen las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides o las comedias de Aristófanes. En el Parque de Neapolis se encuentra otro de los lugares emblemáticos de Siracusa, el Orecchio di Dionisio (Oreja de Dionisio). El nombre es uno de los legados que dejó la visita de Caravaggio a la ciudad. El lienzo del Entierro de Santa Lucía, conservado en la iglesia de Santa Lucía al Sepolcro, es otro recuerdo de este célebre artista. Siracusa es también la ciudad de las Catacumbas. Aquí los cristianos fundaron una de las mayores comunidades del mundo occidental. Las catacumbas de San Juan, Vigna Cassia, Santa Lucía y Santa María de Jesús son testimonio de esta época. El centro histórico de Siracusa es Ortigia, una pequeña isla unida a tierra firme por un puente. Pasear por sus calles es como soñar despierto. Encontrará ruinas de templos griegos, barrios árabes, antiguos baños judíos e iglesias barrocas. La más asombrosa es sin duda la catedral de Siracusa, un antiguo templo griego dedicado a Atenea que se convirtió en iglesia católica en el siglo VI d.C. La extraordinaria belleza de Ortigia también cautivó a la UNESCO, que la incluyó entre los Patrimonios de la Humanidad, junto con la Necrópolis de Pantalica, en 2005.